miércoles, 26 de agosto de 2009

¡Juguemos KDMF!

Juguemos un minuto, no hace falta que hagas mucho. Solo siéntate y presta atención. Tranquila, no te hare daño, no lo he hecho y no lo hare. Juguemos a que te he olvidado. Supongamos que algo pasó y te dejé atrás, que lo que fue no lo recuerdo. Que se me olvidaron las promesas. Que olvidé tus besos. Que olvidé que dijiste amarme. Imagina la siguiente escena:

Caminando, con mi andar arrastrado y mi natural distracción, voy. De pronto, mi yo que te ha olvidado te encuentra en las calle; no habrá más que un par de nubes rondando en el horizonte y el sol cayendo con rojo sacrificio entre las espaldas jorobadas de las montañas. Me saludas con una sonrisa. Yo, obviamente, me asombraré. ¿Porque me ha saludado? Que niña tan graciosa y hermosa. Seguramente iras de la mano con él, sonriendo, besándolo, diciendo palabras muchas a su oído. Palabras de amor, pequeñas promesas, risas. El irá contento, feliz de tenerte a su lado. Responderé el saludo (tú sabes que soy educado) y me despediré. Los veré alejarse y pensare: “Hermosa pareja, ojala la suerte les sonría.” Seguiré mi andar, sonriendo, pensado en lo bello del amor y en que una extraña me saludo. Te perderás en una charla casual o en una anécdota que olvidaré.

Eso es algo que pudo haber sido.

Pero no fue. Tuviste que marcar tu nombre, tus palabras, tus formas en mi mente. Hiciste que mis manos no desearan otro cuerpo, que mis labios solo necesitaran la dulce vainilla de los tuyos. Te convertiste en mi musa, en la alegría de las mañanas y en la oración de las noches. Tuviste que hacerme creer que me amabas. Que me amabas como lo amas a él. ¿Por qué? ¿Para qué? No lo sé. Pero lo hiciste. Acaso por un capricho, por pasar un buen rato, por miedo a enfrentarte a la amarga soledad, tal vez sin un motivo pero con el peor de los resultados. Al menos para mí.

¿Sabes cómo me siento? No te agobies, esa pregunta la responderé por ti. Esto es un juego, recuerda, las lágrimas que rondan mis mejillas solo son parte de él. Mi respuesta es no. Yo sé que la respuesta es no. No pongas esa cara de asombro. ¿Qué ganas al hacerlo? Yo soy nada, al menos para ti. Tranquila, no hay odio en mis palabras, solo dolor. No he podido transformar en odio el amor. No soy así. Disculpa que desvarié. Tratare de no hacerlo más. El desvariar.

Sigamos el juego. ¿Alguna vez te importo saberlo? Responderé otra vez yo. No. No fue antes, no ha sido ahora y no será después. Si hubieses puesto atención, pudiste haber tenido conciencia de lo que en mi pasaba, los sentimientos que en mi nacían. Pero solo pensabas en lo distinto que era yo con respecto a él. Si él. El que jurabas solo era un amigo, alguien que querías por simple y llana amistad. Solo tenías tiempo para pensar en lo infeliz que eras. En lo mal que lo estabas pasando con alguien como yo. En mil pretextos para huir de mis caricias, para ocultar las marcas de tu engaño, para aparentar ser la inocente niña que se sacrificaba al estar a mi lado. Tú, tú. Sigue pensando en ti. Pero por favor, como la última petición de un hombre que te amo, inclúyelo en tu pensar. A él, al que dices realmente amar. No lo uses y deseches. No le jures lo que no podrás cumplir. Amalo sin cobardía. Vive libre a su lado.

A mi olvídame. Para que la próxima vez que nos crucemos, no te asombre el dolor con que contemplare tu felicidad, ni finjas preocuparte por mí. Ahórrate el trabajo de actuar. Y así te alejes pensando en lo infelices que son aquellos que no tienen al que aman a su lado. Porque para mí, el juego ha terminado.