jueves, 6 de enero de 2011

Laberintos

Toda puerta, aunque sea falsa, se toca cuando se está perdido.

“¡Es que en realidad es muy sencillo! ¡Solo debes meditar tres horas diarias durante un año, y los chakras y la paz que alguna vez perdiste regresara!”.

“Se trata, precisamente, de qué aceptes el hecho de que queda una sensación de dolor por el rompimiento de ego que ha significado las expectativas que depositaste en la otra persona por tu complejo edípico mal resuelto”.

“Es que así son. Nunca valoran hasta que lo pierden todo. Regresara y todo será distinto”.

“Yo por eso no me enamoro. Mira como quedaste”.

“Es que se trata de ti, si te enamoraste ya no puedes dejar de hacerlo y tienes que acostumbrarte que así será y vivir con el dolor. Si no, tú amor no es real.”.

“Deja todo y sigue adelante.”

“Atrévete. Seguramente será distinto entre nosotros”.

“¿Pero qué no tú me dijiste que hiciera exactamente lo contrario a lo que hiciste?”.

“Ahora si va a cambiar. Lo vi en sus ojos”.

“Llora. Te hará bien”.

“Reza. Dios está contigo y te iluminara”.

“No hagas nada. Si lo ignoras por si solo pasara”.

“Me quiero morir”.

“¡Te extraño!”.

“¡Ya no más!”.

“Esa canción…”.

“¡Por ti me empedo!”.

“Siempre dice que cambiara…”

Tantas puertas embullen la calma y los pensamientos. Se renuncia a miles de puertas en beneficio de una. Confusión, letargo, esperanza y tal vez una salida.

¿Cuándo? Justo cuando menos te lo esperas pero cuando más lo mereces. El doloroso camino de la sabiduría.