lunes, 23 de noviembre de 2009

Para una amiga.

Estás en el sillón, ajeno a mí, a mis pesares, a mis intentos de seducción. Te pierdes en el interminable correr de 22 hombres en pos de un balón.

Me cuelgo a tu cuello y murmuras entre diente un: “Amor… estoy viendo el fut”. Me marcho, vencida. ¿Tú indiferencia es un castigo a la mía? En tus primeros intentos, en tus primeros poemas, en los besos que me robaste te ofrecí lo peor de mí. Indiferente, pensaba más en qué momento te marcharías y me dejarías respirar que en disfrutar tus intenciones.

Veía en tus ojos una chispa, un reflejo de esperanzas, de anhelos y ensueños; una chispa que me atemorizaba. No entendía el porqué de ese brillo. Las hojas de los arboles empezaron a crecer.

Y te fui conociendo, le encontré belleza a rozar tus manos, tus besos se volvieron mi anhelo más profundo, no pensé más en mí sino en nosotros. Abrí mis ojos y en el espejo vi la misma chispa que me aterrorizaba y en esa chispa estabas tú. Supe al fin el porqué de ese brillo. Era el corazón que brillaba a través de mis ojos, las luciérnagas de la esperanza se posaban en mis pupilas.

Te ame. Te amo. Te amare. No sé porque ni como estoy tan segura. A pesar de las lágrimas, a pesar del tiempo, a pesar de la costumbre y de la distancia mis ojos no han dejado de tener la luz que solo tú les das.

Pienso todo esto mientras me alejo de la sala y voy hacia al cuarto. La televisión grita “¡Penal en el último minuto!” Te conozco tan bien que se has de tener los pelos de punta, la garganta seca, las manos mojadas. Me rio mientras te imagino así. Pero volteo y ya estás aquí, frente a mí, sonriendo. “Amor, te perderás el final de tú juego” “¿Juego? ¿Cuál juego?” Y callas mis labios con los tuyos. “Amor, tú eres y serás lo primero y lo último” y antes de cerrar los ojos para besarte mejor, veo que en la chispa de los tuyos es donde realmente brillo yo.