lunes, 28 de diciembre de 2009

A un hada que solo se quedo en la fantasía.

Envolvió sus quiméricas formas con negra noche, calzó los delicados pies con plateadas luciérnagas y encendió con rojo fuego sus mejillas. Suspiró un momento y se decidió a pasar una buena noche. Con mármol gris tiñó el viejo traje, cosió pétalos de rosas rosas para hacer la humilde camisa y dio un baño de negra obsidiana a los ajados zapatos. Se miró en el lago y sonrió.

Rumbo a su destino se tomaron de la mano, inocentes, ardientes. El corazón de aquel claro rodeado de árboles y noche los recibió. Los grillos, las nocturnas aves y el viento entre las hojas del abedul afinaron cuerdas, voz, inspiración y notas para crear el milagro de la música. Con fe la llevo al centro de aquel claro, gentilmente le permitió conducirla. Los compases, como olas de mar en calma, los alejaban y acercaban, los poseían, les navegaban. La música fue la partera y aliada de esa noche. Lentamente, sin prisas ni errores los colocó en la posición exacta.

Ojos de avellana que se cruzaron un instante, una brecha se abrió en las madejas del tiempo: la redonda luna detuvo su pausado andar mientras el viento yacía anclado, inamovible. La música no paro ni se calló, el mi sostenido quedo flotando pesado como la brisa. Los danzantes no perdieron la gracia ni la sonrisa mientras se transformaban en estatuas.

La quietud del mundo les regalo la posibilidad de solo él y ella existir en ese minuto. Su mano temerosa y suicida rodeo la breve cintura en un segundo que duro mil años. Ella, indecisa y expectante tomó con frágiles manos la espalda fustigada. Sus ojos, en tres segundos, firmaron los tratados de guerra; el pacto que los uniría bajo un solo estandarte fue aceptado.

Aquel muchacho se acercó a aquellos labios utópicos, imposibles de existir en realidad y en un gesto de valentía y fe suicida posó los suyos.

El Big Bang sucedió. Soles, lunes, cometas, planetas, la vida, Dios, el amor, todo surgió tras el encuentro de esas dos gigantescas soledades. Un terrible terremoto, que atacó las plataformas sobre las cuales nacía la rocosa pared en la que se entretenían viendo reflejos grisáceos, derribo con un estallido de polvo la arcaica estructura.

La madeja fue zurcida y el movimiento vital reemprendió su marcha. Pero el claro estaba lleno de luz. Cegados, los inconscientes danzantes protegieron sus retinas con la mano, sorprendidos y deseando saber él porque de tanta claridad. El brillo amaino, y solo vieron a un hada y un alquimista fundidos en la fragua de un ardiente beso, del primer beso.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Para una amiga.

Estás en el sillón, ajeno a mí, a mis pesares, a mis intentos de seducción. Te pierdes en el interminable correr de 22 hombres en pos de un balón.

Me cuelgo a tu cuello y murmuras entre diente un: “Amor… estoy viendo el fut”. Me marcho, vencida. ¿Tú indiferencia es un castigo a la mía? En tus primeros intentos, en tus primeros poemas, en los besos que me robaste te ofrecí lo peor de mí. Indiferente, pensaba más en qué momento te marcharías y me dejarías respirar que en disfrutar tus intenciones.

Veía en tus ojos una chispa, un reflejo de esperanzas, de anhelos y ensueños; una chispa que me atemorizaba. No entendía el porqué de ese brillo. Las hojas de los arboles empezaron a crecer.

Y te fui conociendo, le encontré belleza a rozar tus manos, tus besos se volvieron mi anhelo más profundo, no pensé más en mí sino en nosotros. Abrí mis ojos y en el espejo vi la misma chispa que me aterrorizaba y en esa chispa estabas tú. Supe al fin el porqué de ese brillo. Era el corazón que brillaba a través de mis ojos, las luciérnagas de la esperanza se posaban en mis pupilas.

Te ame. Te amo. Te amare. No sé porque ni como estoy tan segura. A pesar de las lágrimas, a pesar del tiempo, a pesar de la costumbre y de la distancia mis ojos no han dejado de tener la luz que solo tú les das.

Pienso todo esto mientras me alejo de la sala y voy hacia al cuarto. La televisión grita “¡Penal en el último minuto!” Te conozco tan bien que se has de tener los pelos de punta, la garganta seca, las manos mojadas. Me rio mientras te imagino así. Pero volteo y ya estás aquí, frente a mí, sonriendo. “Amor, te perderás el final de tú juego” “¿Juego? ¿Cuál juego?” Y callas mis labios con los tuyos. “Amor, tú eres y serás lo primero y lo último” y antes de cerrar los ojos para besarte mejor, veo que en la chispa de los tuyos es donde realmente brillo yo.

martes, 27 de octubre de 2009

Concepto en proceso.

Amor: Complejidad.

Amor: Explosión de colores, lluvia de pétalos carmines, horizontes claros, estrellas marinas enlazadas por gaviotas.

Amor: Putrefacto sentimiento que habita solo en agusanados corazones.

Amor: Unión de dos sexos en un afán superior que el bestial placer del coito.

Amor: Asqueroso placebo contra el cáncer de la soledad.

Amor: Adictivo tatuaje de un alma que nos acompaño y acompañamos en el sendero a pesar de nuestra innata soledad.

Amor: Dolor gozoso, dulce ilusión que deja una amargo sabor a muerte.

Amor: Serenata de luna llena que aleja los taimados fantasmas de la soledad y enciende el quinqué de la esperanza en la ventana oscura de la distancia.

Amor: Dos almas que se subliman a través de la vida diaria.

Amor: El afán de seguir adelante a pesar de los acantilados y noches de descargas eléctricas.

Amor: Un tesoro inalcanzable, vagas invenciones de poetas y locos.

Amor: La presencia del todo.

Amor: Subjetividad.

Amor: La base de mi vida.

jueves, 15 de octubre de 2009

Anochecer

Contemplo el anochecer. Naranja, purpura mis sentidos que se afinan y agudizan cual cuerda de violín. Lentamente cae el sol en las montañas recubiertas de piedras, piedras cubiertas de pasto, abierto pasto que enverdece el trayecto del ya rojo y cansado astro. La luna, curiosa y discreta, se asoma, se regocija al saber que una vez más jugara a la ronda con sus amigas las estrellas en el firmamento.

El viento fresco no arrastra consigo las capuchinas motas de polvo. Viaja libre, se bate en vuelos inconstantes. Sirve de mensajero a besos, a perfumes, a la vida. Me envuelve el dorso de las manos. Te encrespa el largo cabello. Es heraldo también de mis caricias.

Lentamente la paz se apropia de los espacios. Como leona voraz se agazapa, contrae los músculos, mortífera otea el aire. La paz prepara el zarpazo. Sus víctimas yacen en su lecho de sacrificio donde una mullida imitación de nube les sostiene el cuello. Sin nada que la detenga, sin tapujos, la paz ataca furiosa, cegada por el afán de hacerse sentir. Miles de almas caen bajo su ataque. Tendidas en el más reparador sueño, sin apremios, sin relojes, sin deberes, agradecen el aniquilante golpe.

Yo te recuerdo, tú me añoras, te bendigo entre mis sabanas mientras tú rezas en las tuyas por mi vida. Anochece. Me ataca la paz, nos vuelve a unir en el sueño, por un sueño, por ti sueño.

martes, 13 de octubre de 2009

Ando.

La soledad que me embarga no es la misma de la alguna vez te rescate. Yo no me postro en el camino, vencido.

Ando solo por las veredas con mi sombra fiel como único recuerdo de otros tiempos, no por falta de quien me haga compañía, sino porque, gallardo, he de recorrer estas veredas sin más huellas que las mías. Yo elijo este silencio. Aunque la tierra es fría y polvorosa la ruta que he trazado, vivo contento.

El hambre de caricias, besos, sonrisas es fuerte, no lo niego. La tentación de hacerme acompañar de alguna, de cualquiera, de satisfacer a esa bestia llamada Deseo me llega a ahogar por momentos. Pero el joven aprendiz de Don Juan, el disfraz de Casanova, lo he dejado en el recuerdo. Deseo no me posee, yo le poseo.

Contra toda posibilidad mi marcha sin compañía no lo es tanto. Amigos he encontrado, errores he resarcido, senderos ocultos su secreto me han permitido horadar. No manipulo mi destino, es cierto, pero tampoco dejo que alguien más lo haga.

No soy el que partió un día con lagrimas y desesperanza. No soy el que solía mentir por mantener la gracia de los demás. No soy ya el que tú recuerdas. Soy otro. Sin cambios pero distinto. He de encontrarte tal vez, como a menudo reencuentro amigos, como me reencuentro con mi padre y mi madre, con mis hermanos, con mis miedos, con mis derrotas, con mis triunfos. He de verte otra vez. Y solo espero que, altiva, hayas encontrado que la humildad y, sobre todo, la verdad, son los mejores adornos de un corazón.

martes, 6 de octubre de 2009

La soledad u otros demonios.

Entre los rumores silenciosos de la lluvia llegan los ecos de la noche moribunda. Agazapada, felina, yaces en mi lecho sin más traje que tu sensualidad desnuda. Pura y virginal, puta de barrio, metáfora de nada. Necesito tus besos de selva; húmedos, sofocantes, interminables, de fruta salvaje, de arboles jamás escalados, fiera sedienta de sangre.

Tu geografía de mundo me hace falta. Tu cuerpo como dunas, tentador y mortal, aquel oasis oculto en lo profundo de tu ser, manantial dulce. Tus olores a vainilla, a pasto lleno de rocío. Hablas mil idiomas incomprensibles, la gramática en tus suspiros, la fuerza meditabunda pertenece a tus ojos, bellas alegorías que se esconden tras tus lágrimas, tras tu risa, en tu vida.

Te abrazo y abrazo tu oscuridad, tu nada, tu perenne ausencia. Ausencia que no lo es tanto. Dolor que va matando como la arena en el reloj, sin quejas, sin alegría. Tu nada es devoradora de mi todo, de mis contextos, de mis futuros. El lecho esta sin ti pero no está vacío.

Bella en la memoria, lejana por valles y montañas, cercana en los suspiros, loca dependencia dictadora de ensueños; atardecer de nubes grises y horizontes púrpuras que no da paso a la luna ni le quita la vida al sol, infinita sinfonía de los horrores, indeleble transparencia.

He contemplado como la piedra se concentraba en el sol y el resto de las líneas me parecen ilegibles. Me absorbió esa sonrisa enigmática, la mirada misteriosa y mis ojos desean nada que no sea esa belleza. Conocí el roce de tu piel, tu mortal Sahara y los caminos del pueblo perdieron un caminante.

Renuncio a los placeres, a los placeres para el mundo, a los placeres de los ricos, a los placeres de los pobres, a ellos renuncio. De placeres solo el nombre les queda. Brillos grisáceos, reflejos cavernosos. He conocido el verdadero mundo, los verdaderos placeres, me harte de sombras y abrí mis ojos a los tesoros reales. Ya no quiero nada que no sea ese Amazonas.

miércoles, 26 de agosto de 2009

¡Juguemos KDMF!

Juguemos un minuto, no hace falta que hagas mucho. Solo siéntate y presta atención. Tranquila, no te hare daño, no lo he hecho y no lo hare. Juguemos a que te he olvidado. Supongamos que algo pasó y te dejé atrás, que lo que fue no lo recuerdo. Que se me olvidaron las promesas. Que olvidé tus besos. Que olvidé que dijiste amarme. Imagina la siguiente escena:

Caminando, con mi andar arrastrado y mi natural distracción, voy. De pronto, mi yo que te ha olvidado te encuentra en las calle; no habrá más que un par de nubes rondando en el horizonte y el sol cayendo con rojo sacrificio entre las espaldas jorobadas de las montañas. Me saludas con una sonrisa. Yo, obviamente, me asombraré. ¿Porque me ha saludado? Que niña tan graciosa y hermosa. Seguramente iras de la mano con él, sonriendo, besándolo, diciendo palabras muchas a su oído. Palabras de amor, pequeñas promesas, risas. El irá contento, feliz de tenerte a su lado. Responderé el saludo (tú sabes que soy educado) y me despediré. Los veré alejarse y pensare: “Hermosa pareja, ojala la suerte les sonría.” Seguiré mi andar, sonriendo, pensado en lo bello del amor y en que una extraña me saludo. Te perderás en una charla casual o en una anécdota que olvidaré.

Eso es algo que pudo haber sido.

Pero no fue. Tuviste que marcar tu nombre, tus palabras, tus formas en mi mente. Hiciste que mis manos no desearan otro cuerpo, que mis labios solo necesitaran la dulce vainilla de los tuyos. Te convertiste en mi musa, en la alegría de las mañanas y en la oración de las noches. Tuviste que hacerme creer que me amabas. Que me amabas como lo amas a él. ¿Por qué? ¿Para qué? No lo sé. Pero lo hiciste. Acaso por un capricho, por pasar un buen rato, por miedo a enfrentarte a la amarga soledad, tal vez sin un motivo pero con el peor de los resultados. Al menos para mí.

¿Sabes cómo me siento? No te agobies, esa pregunta la responderé por ti. Esto es un juego, recuerda, las lágrimas que rondan mis mejillas solo son parte de él. Mi respuesta es no. Yo sé que la respuesta es no. No pongas esa cara de asombro. ¿Qué ganas al hacerlo? Yo soy nada, al menos para ti. Tranquila, no hay odio en mis palabras, solo dolor. No he podido transformar en odio el amor. No soy así. Disculpa que desvarié. Tratare de no hacerlo más. El desvariar.

Sigamos el juego. ¿Alguna vez te importo saberlo? Responderé otra vez yo. No. No fue antes, no ha sido ahora y no será después. Si hubieses puesto atención, pudiste haber tenido conciencia de lo que en mi pasaba, los sentimientos que en mi nacían. Pero solo pensabas en lo distinto que era yo con respecto a él. Si él. El que jurabas solo era un amigo, alguien que querías por simple y llana amistad. Solo tenías tiempo para pensar en lo infeliz que eras. En lo mal que lo estabas pasando con alguien como yo. En mil pretextos para huir de mis caricias, para ocultar las marcas de tu engaño, para aparentar ser la inocente niña que se sacrificaba al estar a mi lado. Tú, tú. Sigue pensando en ti. Pero por favor, como la última petición de un hombre que te amo, inclúyelo en tu pensar. A él, al que dices realmente amar. No lo uses y deseches. No le jures lo que no podrás cumplir. Amalo sin cobardía. Vive libre a su lado.

A mi olvídame. Para que la próxima vez que nos crucemos, no te asombre el dolor con que contemplare tu felicidad, ni finjas preocuparte por mí. Ahórrate el trabajo de actuar. Y así te alejes pensando en lo infelices que son aquellos que no tienen al que aman a su lado. Porque para mí, el juego ha terminado.

domingo, 26 de julio de 2009

Madrugada.

En la madrugada, con la dulce invitación del insomnio, convergen en la almohada los contrastes. Ya no son sólo sueños y esperanzas; los demonios se reúnen al aquelarre junto con ángeles que se olvidan de rezar y simplemente se pierden en los retorcidos e interminables vericuetos del placer.

El recuento de los daños es imperdonable. La noche es el juez implacable, soberbio, pasional. Las crisis de cualquier índole, mental y sentimental, mueren o nacen al cobijo del frio de la madrugada. El soy al pude ser. El puedo ser al quiero ser. El tengo al deseo. El tuve al poseo.

No importan, por cierto, las subjetividades. Todo se pierde en la vorágine que provoca la oscuridad, el cantar de los grillos, la artificial luz, la imponente soledad. Sólo el sueño. El sueño que vuela, se esconde, se marcha, se aleja, se disfraza, se burla de los que lo anhelan.

Las peores pesadillas no ocurren mientras desaparecemos de la realidad. Las pesadillas que calcinan el alma son las que nos muestran la realidad desnuda, las que destrozan la trama orquestada y nos muestran las intenciones negras y retorcidas de aquellos que mentían. Son las que ocurren con los ojos bien abiertos, con la mente lúcida, con los sentidos alertas.

Y sin embargo, la esperanza nace en estas horas. Cuando callamos y realmente escuchamos. Tic, tac. Pum, pum. Tic, tac. Pum. Relojes y latidos.

Ya no es solo desesperanza y miedo. Son demonios arrepentidos que rezan al lado de franciscanos pecadores que ya no buscan el placer. Buscan eso que está más allá. Y la madrugada, con la dulce presencia de Morfeo, se llena de paz.

lunes, 20 de julio de 2009

Decepción.

Un día soñé que me amabas. Era hermoso, parecía como si estuvieras conmigo, por mí.

No sé. No sé si lo soñé, no sé si soñé tus labios, tus modos, tus maneras. No sé si fue mi orgullo lo que te retuvo a mi lado. O tu ahora odiosa compasión hacia las inclinaciones de mi corazón.

Ahora siento que interrumpí tu verdadero amor. Tus besos eran suyos y yo insistía en tenerlos. Tus suspiros nunca me pertenecieron. Tus amores eran mentiras, eran palabras, eran ficciones.

A él lo amas y a mí no. Tan simple como eso. No es tu culpa, no puedo culparte, no puedo pedirte que niegues a tu corazón.

Olvido, dulce y benéfico olvido. De tus formas, de mis anhelos, de tus retratos, de mis desvelos. Olvidarme de tus mentiras. De tus palabras endulzadas por el amor que no me pertenecía.

Con cuanto anhelo te llene de besos. Con cuanta alegría, con cuanta fuerza te entregue mi vida. Escúdate bajo lo que quieras. Desgárrame, sí, desgárrame. Arráncame. Mátame. Déjame morir, partir.

Ahora entiendo tus desaires, tus modos, tus cambios de humor, tus conflictos, tus despechos. Entiendo el por qué de las escasas gotas de cariño, el por qué de tus caprichos.

Si tan solo hubieses sido honesta, si hubieses roto mi ilusión antes de que se convirtiera en amor. Pero le diste vida, le diste fuerza. Maldita sea tu compasión.