jueves, 20 de octubre de 2011

Palabras

Las palabras, ninfas inocentes, por sí solas son vacías, inocuas, receptáculos apenas de lo que en ella se pretenda hacer llegar.

A veces se les obliga a que inyecten veneno, se les cubre de espinas y velos oscuros, se les suelta y no caminan más, reptan ansiosas de picar, emponzoñan oídos y dejan en los ojos (espejos del alma) tatuajes horrendos en los que se reconoce su marca de odio.

Algunas otras son vestidas de tonos alegres, se les llenan de sabores a frutas frescas y vino bravo de países del sur. Perfumadas van alegrando las narices con olor a rosa y madera recién cortada. Estas ninfas no se inyectan sino que entran a golpe de tiernas caricias por los poros abiertos y deseosos de la piel.

Algunos sabios maestros las toman entre sus amorosos dedos y con delicadeza las van retratando con viveza entre la blancura impecable de las hojas. No las cuelgan entre alfileres como mariposas muertas ni las dejan secándose como flores de amores viejos, las preservan siempre vivas, llenas de energía, parlanchinas de cosas que hacen a la mente crecer. Gozosamente se le encuentra entre los libros, siempre dispuestas a actuar ante los ojos que las regresan a la vida que nunca perdieron.

A mí me gusta verlas libres, danzarinas que entre vuelta y risa se dejan conducir por la música que el viento les regala sólo a ellas, mientras las esparce por las rutas del mundo, para que sean gitanas vagabundas, viajeras insaciables y alegres, transparentemente olorosas a brisa fresca y con el sabor del agua fresca que aún nace en los milenarios manantiales. Así son esas adictivas ninfas de la inspiración llamadas palabras.

jueves, 21 de julio de 2011

Precaución.

Si yo te contara, caballero, lo que esconde tras ese mirar, si te contara los secretos que seguro ella ha de callar. Si te contara… Seguro desconfiarías. Muy refinadas palabras habrá suspirado ya a tu oído, lentos andares habrán compartido, besos tiernos, pequeños detalles…

La conozco, tal vez mejor qué vos, seguramente mejor que vos. No son escasos días de brillante sol los que he vivido a su lado (y alejado de ella). El sol, estimado, ciega un poco y las nieblas de las sutiles mentiras aún más. El sabor amargo del destierro y la hiel de la verdad negada curan de infantiles pero poderosos velos, caballero.

Ten cuidado fugaz conocido, ten cuidado de ella pero sobre todo de ti. De la pureza que manifiestas, de tal vez algún día culparte por sentir extraños miedos, por querer un poco más y obtener un rechazo tan suave, tan dulce, tan sincero, que tal vez confundas con algún otro noble sentimiento.

Serás feliz, te lo aseguro, será feliz mientras asegures ese tierno corazón que te palpita en el pecho. Porque esa sirena canta con un embrujo mortal, esa sirena piensa en otros Ulises, esa sirena espera que la sacies mientras su perdido viajero no llegue.

Ten cuidado, pues es una maestra en aparentar amar.

lunes, 16 de mayo de 2011

Desechos

Se marchó. Sin la crudeza ni el ardiente dolor de una cachetada, sin ojos, sin sonidos. Se alejó con la frialdad de una pantalla llena de letras que dicen tan poco pero que suturan a golpe de fuego. Se diluyó en un frío mundo artificial.

En el armario de mis sueños dejó todo. Tal vez un poco más de lo que quisiera que encontrara. Cartas a otros nombres, rosas marchitas a golpe de lágrima, un manual de cómo reír cuando el dolor aprieta. Supongo no lo había encontrado antes porque mis sueños hacían un gran trabajo en disimularlos. Tuve que sacar mis sueños uno por uno y revisarlos cuidadosamente para conservar aquellos que aún eran útiles. Algunos me quedaban ya chicos, otros los había olvidado, muchos estaban ya raídos y viejos.

Al final me quedaron un par de sueños, los suficientes para no pasar hambre ni frio, para salir con una sonrisa a caminar, me quedó el espacio suficiente para construir nuevos.

Curiosamente, en mi armario ella no dejó sueños, solo promesas. Esas poco a poco las voy desechando. De tanto escucharlas digamos que surgió un cariño un tanto ridículo a las mismas, se volvieran como las viejas rondas que cantaba mamá para que dejara de jugar y me acurrucara en la cama. Pero como a las rondas, poco a poco las voy dejando de lado para poder escuchar el jazz de la vida, la improvisación del amor.

En algún momento pensé en guardar todo aquello para poder tirárselo en la cara a la primera oportunidad que se me presentara. Pero su adiós tan precipitado me hizo recapacitar y me entraron unas ganas enormes de quemarlo todo. El manual no paró de reír hasta que con una brutal llamarada desapareció y con una gran humareda negra se volvió cenizas. Las cartas, gemelas todas ellas, solo distintas por el nombre del destinatario, ardieron rápido, pues el papel carbón es delgado. Lo chistoso es la manera en que arden las promesas: se retuercen casi infinitamente hasta que se contraen y con grandes crujidos y silbidos se vuelven liquidas y dejan manchado el piso. Parecieran hechas de plástico.

Tanto fuego y tanta limpieza me dejaron un poco más ligero y alegre. Sin embargo, a veces una tonta tristeza me llena los pulmones y las ganas de seguir adelante. Entonces escribo, y el corazón recuerda que el amor es asuntos de dos, una loca creación irrepetible que se hace en bosquejos de sueños y que las acciones terminan plasmando en el lienzo mejores colores y paisajes inimaginables, libremente. Mi corazón recuerda que el amor no sigue manuales ni se alimenta de promesas.

Entonces rio y bendigo al pasado, me olvido de futuros y disfruto el banquete del presente. Quemare otra promesa, tres más y terminaré.

martes, 1 de marzo de 2011

Camila

Para ti, esperada sorpresa. De tu tío el más loco.

Aún no conozco ni el color de tus ojos pero sé, con certeza, que bastara con cruzar miradas y que tomes entre tus manos uno de mis dedos para que este corazón de batalla ceda y se ocupe y preocupe por ti.

Tengo la certeza de que no seré el ser que más te ame ni cuide, pero sé que estarás entre el mejor par de manos que la vida pudo haber concebido para un ser de luz como tú. Llegaras libre de ataduras y de pasado, disfruta el sol que nacerá en las mañanas y la luna que te arrullara por las noches, pues son las únicas cosas seguras de tú futuro. Vive libre como llegaras y seguramente el camino te será más luminoso.

Ya conocerás de la vida y sus misterios, de la poesía y su belleza, de las flores y la lluvia, del mar y sus mil voces, de la suave música y del arte de bailar. Pero por ahora disfruta de saber que has cambiado el mundo de muchas personas, que con el anuncio de tú llegada se han abierto más al amor, y por ende, lo regalan como caudales de río. Llega en el momento que gustes, que desde hace un par de meses, ya te estamos esperando.

Serás bienvenida, pequeña musa.

Aquí estaremos, Camila.

lunes, 14 de febrero de 2011

Consejos

Te conocí con la naturalidad con la que el sol nace en las mañanas, y algo que muchos llaman amor me fue naciendo con el paso de los días. Pero nunca supe como decírtelo.

Pregunté, por inocente, como sería adecuado amarte. Me dijeron algunos que si te llenaba las manos de flores, joyas y costosos regalos te darías cuenta que en mi pecho palpitaba algo más que una locura de la piel.

Los jardines del vecindario quedaron desiertos de pétalos, sin rastro de claveles o de rosas, el pasto se quedó sin amigas a quien admirar y las abejas padecieron la primera hambruna de su larga historia.

Dije adiós a mi apacible cartera media llena, hola a tarjetas de plástico que valían incluso más que yo y llené de autógrafos a una tienda que vendía enseres que no sabía que el ser humano necesitaba para vivir.

Acudí a tu puerta y tras la complicada tarea de acomodar todo aquello dentro de tu estancia sin que estorbara (mucho), te sonreí. Una tímida mueca que me gustaría creer fue una sonrisa, un “gracias, es mucho, no debiste” y una taza de café fue todo lo que obtuve. Y lo que más me dolió fue que ni yo estaba seguro que todo eso significara algo.

Me marché de tu lado y acudí a un bar donde el humo del cigarro y los falsos oasis embotellados soltaban lenguas y derretían lágrimas de hombres flacos, mal rasurados y olorosos a sudor. Hablaban mucho, pero sobre todo del amor; inocente aún, les pregunté cómo debía mostrarte que te amaba. “Escríbele en versos lo qué te nace del pecho, pero sé poético y no vulgarmente corriente. Dile de muchas maneras lo que sientes pero sin nombrarlo. Solo así”.

Me fui de ahí, pues el humo y la sordina charla de esos mudos parlantes me impedían concentrarme en mi tarea de mostrar mi amor a letras. Te escribí, un par de líneas sobre una negra noche cuya esencia yacía en su destrucción, es decir, en una vibrante aurora fresca que la terminaría para empezar el germinar de una alondra pasajera que iba y venía, incansable, por entre las nuevas aguas salinas de un lago en el que se podía beber sin saciarse nunca pero cuyo propósito era precisamente ese, el beber insaciable.

Orgulloso regresé al marco de tu puerta, con mis sentimientos condensados en aquella hoja manchada de tinta negra, olorosa al jabón con el que me baño. Tomaste entre tus manos de diosa hindú aquel trozo de papel y leíste más de un par de veces lo que ahí estaba escrito. Frunciste el seño y me preguntaste “¿Qué significa esto?”. Avergonzado de mi escaso potencial de escritor, me marche, sin decir media palabra.

Vagué por entre callejones, caminos, senderos polvorosos y grandes carreteras, y vez tras vez volvía con una nueva manera de decirte lo que siento. Ninguna funcionó. Cada vez me recibías en el quicio de tu puerta y cada vez daba media vuelta para huir avergonzado por no hacerte ver la explosión de mi amor.

Decepcionado de mí y mi torpeza para seguir consejos decidí dar migas de pan a las palomas que habitaban en el parque. Casi sin notarlo cruzaste por entre el tumulto que hacían y no pensé más en pedir consejos.

Tomé tu mano, apreté tu cuerpo al mío y deposite, sin más preámbulos, un beso que aún no sé como empezó, cuanto duró y cuando terminó, pero que me sigue endulzando la vida. “Te amo” dije, “te amo y es todo” repetí mientras me llenaba del manantial de tus pupilas. Reíste y esta vez fuiste tú quién me robo un beso, “¿Porqué no hiciste esto antes?” dijiste. “Nadie me lo aconsejó” dije, mientras te tomaba de la mano y reí, sabiendo que, al fin, mi corazón había podido hablar.

jueves, 6 de enero de 2011

Laberintos

Toda puerta, aunque sea falsa, se toca cuando se está perdido.

“¡Es que en realidad es muy sencillo! ¡Solo debes meditar tres horas diarias durante un año, y los chakras y la paz que alguna vez perdiste regresara!”.

“Se trata, precisamente, de qué aceptes el hecho de que queda una sensación de dolor por el rompimiento de ego que ha significado las expectativas que depositaste en la otra persona por tu complejo edípico mal resuelto”.

“Es que así son. Nunca valoran hasta que lo pierden todo. Regresara y todo será distinto”.

“Yo por eso no me enamoro. Mira como quedaste”.

“Es que se trata de ti, si te enamoraste ya no puedes dejar de hacerlo y tienes que acostumbrarte que así será y vivir con el dolor. Si no, tú amor no es real.”.

“Deja todo y sigue adelante.”

“Atrévete. Seguramente será distinto entre nosotros”.

“¿Pero qué no tú me dijiste que hiciera exactamente lo contrario a lo que hiciste?”.

“Ahora si va a cambiar. Lo vi en sus ojos”.

“Llora. Te hará bien”.

“Reza. Dios está contigo y te iluminara”.

“No hagas nada. Si lo ignoras por si solo pasara”.

“Me quiero morir”.

“¡Te extraño!”.

“¡Ya no más!”.

“Esa canción…”.

“¡Por ti me empedo!”.

“Siempre dice que cambiara…”

Tantas puertas embullen la calma y los pensamientos. Se renuncia a miles de puertas en beneficio de una. Confusión, letargo, esperanza y tal vez una salida.

¿Cuándo? Justo cuando menos te lo esperas pero cuando más lo mereces. El doloroso camino de la sabiduría.