domingo, 26 de julio de 2009

Madrugada.

En la madrugada, con la dulce invitación del insomnio, convergen en la almohada los contrastes. Ya no son sólo sueños y esperanzas; los demonios se reúnen al aquelarre junto con ángeles que se olvidan de rezar y simplemente se pierden en los retorcidos e interminables vericuetos del placer.

El recuento de los daños es imperdonable. La noche es el juez implacable, soberbio, pasional. Las crisis de cualquier índole, mental y sentimental, mueren o nacen al cobijo del frio de la madrugada. El soy al pude ser. El puedo ser al quiero ser. El tengo al deseo. El tuve al poseo.

No importan, por cierto, las subjetividades. Todo se pierde en la vorágine que provoca la oscuridad, el cantar de los grillos, la artificial luz, la imponente soledad. Sólo el sueño. El sueño que vuela, se esconde, se marcha, se aleja, se disfraza, se burla de los que lo anhelan.

Las peores pesadillas no ocurren mientras desaparecemos de la realidad. Las pesadillas que calcinan el alma son las que nos muestran la realidad desnuda, las que destrozan la trama orquestada y nos muestran las intenciones negras y retorcidas de aquellos que mentían. Son las que ocurren con los ojos bien abiertos, con la mente lúcida, con los sentidos alertas.

Y sin embargo, la esperanza nace en estas horas. Cuando callamos y realmente escuchamos. Tic, tac. Pum, pum. Tic, tac. Pum. Relojes y latidos.

Ya no es solo desesperanza y miedo. Son demonios arrepentidos que rezan al lado de franciscanos pecadores que ya no buscan el placer. Buscan eso que está más allá. Y la madrugada, con la dulce presencia de Morfeo, se llena de paz.

lunes, 20 de julio de 2009

Decepción.

Un día soñé que me amabas. Era hermoso, parecía como si estuvieras conmigo, por mí.

No sé. No sé si lo soñé, no sé si soñé tus labios, tus modos, tus maneras. No sé si fue mi orgullo lo que te retuvo a mi lado. O tu ahora odiosa compasión hacia las inclinaciones de mi corazón.

Ahora siento que interrumpí tu verdadero amor. Tus besos eran suyos y yo insistía en tenerlos. Tus suspiros nunca me pertenecieron. Tus amores eran mentiras, eran palabras, eran ficciones.

A él lo amas y a mí no. Tan simple como eso. No es tu culpa, no puedo culparte, no puedo pedirte que niegues a tu corazón.

Olvido, dulce y benéfico olvido. De tus formas, de mis anhelos, de tus retratos, de mis desvelos. Olvidarme de tus mentiras. De tus palabras endulzadas por el amor que no me pertenecía.

Con cuanto anhelo te llene de besos. Con cuanta alegría, con cuanta fuerza te entregue mi vida. Escúdate bajo lo que quieras. Desgárrame, sí, desgárrame. Arráncame. Mátame. Déjame morir, partir.

Ahora entiendo tus desaires, tus modos, tus cambios de humor, tus conflictos, tus despechos. Entiendo el por qué de las escasas gotas de cariño, el por qué de tus caprichos.

Si tan solo hubieses sido honesta, si hubieses roto mi ilusión antes de que se convirtiera en amor. Pero le diste vida, le diste fuerza. Maldita sea tu compasión.