Palabras
Compartir la tinta, los versos, la prosa, por el puro placer de leer y ser leído
miércoles, 3 de febrero de 2016
Incandescencia
¿A dónde se fue? se preguntaban las criaturillas, ¿se fue tras los damascos, atrapada en fantasías? ¿La aplastaron los humanos en sus tontas correrías?
¿A dónde estás? ¿Por qué no brillas? ¿Te cansaron los abriles sin estatuas o pedrerías?
Entre tanto lamento nadie posó la vista por la laguna. Ahí, a lo profundo, una delicada luciérnaga lavaba sus faroles pensando en la libélula. Ella tampoco estaba y necesitaba buena luz para hallarla y volar juntas, para comer algas y reír. Entre verde y amarillo se reflejaba en los ojos de los peces.
Gitana, la luciérnaga, volvió tal vez o quizás no (eso no lo supe yo) al pie de los oyameles, para brindar su luz al nacer de los atardeceres y ser anónimo farol para sus seres, planeando con la libélula, sin planes pero sonrientes.
jueves, 8 de octubre de 2015
Jet-lag
viernes, 6 de marzo de 2015
Mercy without hope
Aunque al caer la noche cierre los ojos y pierda la conciencia (por qué al sobresaltado ir y venir de colores difusos a la rojiza oscuridad en el lecho mi psiquiatra no le llama dormir) y a la mañana el sol vuelva a asomar por algún punto que ya no sé cuál es (cuando me arranco el sur, la noción de sentido falleció sin ruido), abra los ojos y resuelle como hombre-toro oraciones a la cúpulas divinas, la medicina de los hechos insiste que sigo vivo.
De la peligrosa ausencia de las comas o de las imaginaciones del quizá entre los mares de la realidad
jueves, 8 de mayo de 2014
Te vas...
jueves, 20 de octubre de 2011
Palabras
Las palabras, ninfas inocentes, por sí solas son vacías, inocuas, receptáculos apenas de lo que en ella se pretenda hacer llegar.
A veces se les obliga a que inyecten veneno, se les cubre de espinas y velos oscuros, se les suelta y no caminan más, reptan ansiosas de picar, emponzoñan oídos y dejan en los ojos (espejos del alma) tatuajes horrendos en los que se reconoce su marca de odio.
Algunas otras son vestidas de tonos alegres, se les llenan de sabores a frutas frescas y vino bravo de países del sur. Perfumadas van alegrando las narices con olor a rosa y madera recién cortada. Estas ninfas no se inyectan sino que entran a golpe de tiernas caricias por los poros abiertos y deseosos de la piel.
Algunos sabios maestros las toman entre sus amorosos dedos y con delicadeza las van retratando con viveza entre la blancura impecable de las hojas. No las cuelgan entre alfileres como mariposas muertas ni las dejan secándose como flores de amores viejos, las preservan siempre vivas, llenas de energía, parlanchinas de cosas que hacen a la mente crecer. Gozosamente se le encuentra entre los libros, siempre dispuestas a actuar ante los ojos que las regresan a la vida que nunca perdieron.
A mí me gusta verlas libres, danzarinas que entre vuelta y risa se dejan conducir por la música que el viento les regala sólo a ellas, mientras las esparce por las rutas del mundo, para que sean gitanas vagabundas, viajeras insaciables y alegres, transparentemente olorosas a brisa fresca y con el sabor del agua fresca que aún nace en los milenarios manantiales. Así son esas adictivas ninfas de la inspiración llamadas palabras.
jueves, 21 de julio de 2011
Precaución.
Si yo te contara, caballero, lo que esconde tras ese mirar, si te contara los secretos que seguro ella ha de callar. Si te contara… Seguro desconfiarías. Muy refinadas palabras habrá suspirado ya a tu oído, lentos andares habrán compartido, besos tiernos, pequeños detalles…
La conozco, tal vez mejor qué vos, seguramente mejor que vos. No son escasos días de brillante sol los que he vivido a su lado (y alejado de ella). El sol, estimado, ciega un poco y las nieblas de las sutiles mentiras aún más. El sabor amargo del destierro y la hiel de la verdad negada curan de infantiles pero poderosos velos, caballero.
Ten cuidado fugaz conocido, ten cuidado de ella pero sobre todo de ti. De la pureza que manifiestas, de tal vez algún día culparte por sentir extraños miedos, por querer un poco más y obtener un rechazo tan suave, tan dulce, tan sincero, que tal vez confundas con algún otro noble sentimiento.
Serás feliz, te lo aseguro, será feliz mientras asegures ese tierno corazón que te palpita en el pecho. Porque esa sirena canta con un embrujo mortal, esa sirena piensa en otros Ulises, esa sirena espera que la sacies mientras su perdido viajero no llegue.
Ten cuidado, pues es una maestra en aparentar amar.
lunes, 16 de mayo de 2011
Desechos
Se marchó. Sin la crudeza ni el ardiente dolor de una cachetada, sin ojos, sin sonidos. Se alejó con la frialdad de una pantalla llena de letras que dicen tan poco pero que suturan a golpe de fuego. Se diluyó en un frío mundo artificial.
En el armario de mis sueños dejó todo. Tal vez un poco más de lo que quisiera que encontrara. Cartas a otros nombres, rosas marchitas a golpe de lágrima, un manual de cómo reír cuando el dolor aprieta. Supongo no lo había encontrado antes porque mis sueños hacían un gran trabajo en disimularlos. Tuve que sacar mis sueños uno por uno y revisarlos cuidadosamente para conservar aquellos que aún eran útiles. Algunos me quedaban ya chicos, otros los había olvidado, muchos estaban ya raídos y viejos.
Al final me quedaron un par de sueños, los suficientes para no pasar hambre ni frio, para salir con una sonrisa a caminar, me quedó el espacio suficiente para construir nuevos.
Curiosamente, en mi armario ella no dejó sueños, solo promesas. Esas poco a poco las voy desechando. De tanto escucharlas digamos que surgió un cariño un tanto ridículo a las mismas, se volvieran como las viejas rondas que cantaba mamá para que dejara de jugar y me acurrucara en la cama. Pero como a las rondas, poco a poco las voy dejando de lado para poder escuchar el jazz de la vida, la improvisación del amor.
En algún momento pensé en guardar todo aquello para poder tirárselo en la cara a la primera oportunidad que se me presentara. Pero su adiós tan precipitado me hizo recapacitar y me entraron unas ganas enormes de quemarlo todo. El manual no paró de reír hasta que con una brutal llamarada desapareció y con una gran humareda negra se volvió cenizas. Las cartas, gemelas todas ellas, solo distintas por el nombre del destinatario, ardieron rápido, pues el papel carbón es delgado. Lo chistoso es la manera en que arden las promesas: se retuercen casi infinitamente hasta que se contraen y con grandes crujidos y silbidos se vuelven liquidas y dejan manchado el piso. Parecieran hechas de plástico.
Tanto fuego y tanta limpieza me dejaron un poco más ligero y alegre. Sin embargo, a veces una tonta tristeza me llena los pulmones y las ganas de seguir adelante. Entonces escribo, y el corazón recuerda que el amor es asuntos de dos, una loca creación irrepetible que se hace en bosquejos de sueños y que las acciones terminan plasmando en el lienzo mejores colores y paisajes inimaginables, libremente. Mi corazón recuerda que el amor no sigue manuales ni se alimenta de promesas.
Entonces rio y bendigo al pasado, me olvido de futuros y disfruto el banquete del presente. Quemare otra promesa, tres más y terminaré.