Un día soñé que me amabas. Era hermoso, parecía como si estuvieras conmigo, por mí.
No sé. No sé si lo soñé, no sé si soñé tus labios, tus modos, tus maneras. No sé si fue mi orgullo lo que te retuvo a mi lado. O tu ahora odiosa compasión hacia las inclinaciones de mi corazón.
Ahora siento que interrumpí tu verdadero amor. Tus besos eran suyos y yo insistía en tenerlos. Tus suspiros nunca me pertenecieron. Tus amores eran mentiras, eran palabras, eran ficciones.
A él lo amas y a mí no. Tan simple como eso. No es tu culpa, no puedo culparte, no puedo pedirte que niegues a tu corazón.
Olvido, dulce y benéfico olvido. De tus formas, de mis anhelos, de tus retratos, de mis desvelos. Olvidarme de tus mentiras. De tus palabras endulzadas por el amor que no me pertenecía.
Con cuanto anhelo te llene de besos. Con cuanta alegría, con cuanta fuerza te entregue mi vida. Escúdate bajo lo que quieras. Desgárrame, sí, desgárrame. Arráncame. Mátame. Déjame morir, partir.
Ahora entiendo tus desaires, tus modos, tus cambios de humor, tus conflictos, tus despechos. Entiendo el por qué de las escasas gotas de cariño, el por qué de tus caprichos.
Si tan solo hubieses sido honesta, si hubieses roto mi ilusión antes de que se convirtiera en amor. Pero le diste vida, le diste fuerza. Maldita sea tu compasión.
Leo y noto que eres un escritor pasional. Entregas en tus enunciados ideas que transmiten sentimientos muy profundos. Como siempre esos sentimientos van plagados de un deseo de amor entre dos, característico de un conquistador como tú... en hora buena
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