A mis amigos.
(Gracias Cris por la inspiración)
Él, que nunca daba la respuesta correcta sino la verdadera, dijo:
-Sólo lo suficiente. Aunque en realidad lo que cambió fue mi manera de verte, de entenderte- se lamió los labios y continuó -Huele a lluvia, Elena-.
-Son las hojas de los arboles Fausto, recuerda- señaló las copas que les regalaban un momento de frescura -Hoy es 20 de marzo, por eso hoy huele a lluvia, porque mañana no caerá-.
-Las ilusiones de marzo, cierto-.
-Los espejismo Fausto, los espejismos-.
Callaron un instante. A Elena los silencios la molestaban, pero no este silencio, no en este momento, nunca el silencio de Fausto. Porque cuando Fausto callaba era para escuchar mejor, para digerir lo que el otro había dicho. Una vez le había confesado que cuando ella hablaba la boca le sabía a canela con manzana. Se sentía devorada y ese acto de canibalismo la halagaba y la hacía sentirse excitada. En ese silencio se vivió a si misma empapada por la lluvia que llenaba las narices de Fausto, llenándole el paladar de manzana, perfumandolo a canela.
-Los espejismos... Tienes razón.- La miró a los ojos y continuo -¿Interrumpo tu pensar?-.
-No querido mio, por supuesto que no- tomó su mano -Continua-.
-Es mejor espejismo que ilusión. Que bueno que me corregiste. Yo imagino algo que me gustaría que estuviera, algo real, a partir de un olor, que también creo real. No imagino nada más que eso que está en mi mente, pero el olor resulta ser falso. Digamos que soy un perro cazador siguiendo un rastro como de zorra pero que no lo es, para al final ser apaleado por los cazadores por haberle hecho perder el tiempo. ¿Pero fue el olor, o mi deseo, la verdadera causa del espejismo? ¿Quién engañó primero al cerebro? Los espejismos de marzo... ¡Que filósofa eres Elena!-.
-Tú si has cambiado, Fausto. Hablas muy raro-.
Fausto rió estrepitosamente, haciendo caer las ultimas hojas sobrevivientes de los vientos del otoño y la dureza del invierno. Elena lo secundó, con la risa recatada que las monjas le habían inculcado. A Fausto le encantaba oír reír a Elena. Parecía tan ella, alejada de su necia obligación de ser perfecta, libre, viva.
-Elena, ¿cuanto tiempo llevamos sin...?-
-¿Hace cuanto que te fuiste?-.
-Casi dos años-.
-Dos años entonces-.
-Pero ahora tú estas a punto de casarte...-.
-Eso no cambiara nada, Fausto. No te importaba cuando tenía novio- clavó sus ojos en los de él-¿Porque habría de importarte ahora?-.
-En eso tienes la razón, hagamoslo entonces-.
Lentamente se dirigieron al sitio más oscuro del bosque, Fausto tomaba de la mano a Elena, guiándola con seguridad. A pesar de todo el tiempo transcurrido, ese camino no se le borraría nunca de la cabeza. Elena disfrutaba del sendero, recordando las distintas cosas que ya habían hecho explotando al máximo su imaginación.
-Llegamos- dijo Fausto.
-Sí- contestó Elena.
-¿No crees que son tonterías de adolescentes?- Fausto tragó saliva -Me parece que a nuestra edad...-.
-Calla. Tal vez lo sean, tal vez no, pero mientras nadie se entere está bien- lo abrazó gentilmente -Anda, hagamoslo-.
Fausto sonrío, sabía que Elena no podía ver su sonrisa, pero el sentía la de ella. Elena sonrío, sentía la sonrisa de Fausto y sabía que él hacía lo mismo.
-¡Mi primer beso se lo dí a una cabra!-.
-¡Mi primer beso se lo dí a mi primo René!-.
Regresaron a la luz, sonrientes, vivos, más amigos que nunca. Sabían que era un tontería, pero sentirse niños una vez más, recordar la vida que transcurrió, los secretos que guardaban (Elena amo a Fausto hasta entrar a la universidad, mientras que Fausto le había robado un beso a Elena), darse el tiempo de regresar a ese lugar y poder, por un momento, hacer que el reloj fuese para atrás, era lo que los mantenía vivos.
jojo de nada emilio!!
ResponderBorrarme gusto mucho!!!
fui buena inspiración .. :D
azu!!
ntc!
como que te vas adentrando y a final no era lo ke pensabas si no toma otro rumbo!!
muy bn!!
cuidate
besitos!!
BYE